lunes, 23 de septiembre de 2013

El camino al encuentro

La causa de confusión es el intento de erigirse en parámetro evaluador del amor del prójimo. Por lo menos desde el lugar de comparar lo que soy capaz de hacer por el amado con lo que el o ella hacen por mi. 
El otro no me quiere como yo lo quiero y mucho menos como yo quisiera que me quiera, el otro me quiere a su manera. 
El mundo está compuesto por seres individuales y personales que son únicos y absolutamente 
irreproducibles. Y como ya dijimos, la manera de el no necesariamente es la mía, es la de el, porque el es una 
persona y yo soy otra. Además, si me quisiera exactamente a mi manera, el no sería el, el sería una 
prolongación de mi. 
Ella quiere de una manera y yo quiero de otra, por suerte para ambos. 
Y cuando yo confirmo que ella no me quiere como yo la quiero a ella, ni tanto ni de la misma manera, al 
principio del camino me decepciono, me defraudo y me convenzo de que la única manera de querer es la mía. 
Así deduzco que ella sencillamente no me quiere. Lo creo porque no expresa su cariño como lo expresaría yo. 
Lo confirmo porque no actúa su amor como lo actuaría yo. 
Es como si me transformara, ya no en el centro del universo sino en el dueño de la verdad: Todo el mundo 
tiene que expresar todas las cosas como yo las expreso, y si el otro no lo hace así, entonces no vale, no tiene 
sentido o es mentira, una conclusión que muchas veces es falsa y que conduce a graves desencuentros entre 
las personas. 
En la otra punta están aquellos que frente al desamor desconfían de lo que perciben porque atenta contra su 
vanidad. 
A medida que recorro el camino del encuentro, aprendo a aceptar que quizás no me quieras. 
Y lo acepto tanto desde permitirme el dolor de no ser querido como desde la humildad. 24
Hablo de humildad porque esta es la tercera razón para no ver: 
“¡Como no me vas a querer a mi, que soy tan maravilloso, espectacular, extraordinario!. Donde vas a 
encontrar a otro, otra, como yo, que te quiera como yo, que te atienda como yo y te haya dado los mejores 
años de su vida. Cómo no vas a quererme a mi...”
Es fácil no quererme a mi como no querer a cualquier otro. 
El afecto es una de las pocas cosas cotidianas que no depende sólo de lo que hagamos nosotros ni 
exclusivamente de nuestra decisión, sino de que, de hecho, suceda. Quizás pueda impedirlo, pero no puedo 
causarlo. Sucede o no sucede, y si no sucede, no hay manera de hacer que suceda, ni en mi ni en vos. 
Si me sacrifico, me mutilo y cancelo mi vida por vos, podré conseguir tu lástima, tu desprecio, tu 
conmiseración, quizás hasta tu gratitud, pero no conseguiré que me quieras, porque eso no depende de lo que 
yo pueda hacer. 
Cuando mamá o papá no nos daban lo que les pedíamos, les decíamos “sos mala/o, no te quiero mas” y ahí 
terminaba todo. 
La decisión de dejar de amar como castigo..... Jorge Bucay

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