La causa de confusión es el intento de erigirse
en parámetro evaluador del amor del prójimo. Por lo menos desde el lugar de
comparar lo que soy capaz de hacer por el amado con lo que el o ella hacen por
mi.
El otro no me
quiere como yo lo quiero y mucho menos como yo quisiera que me quiera, el otro
me quiere a su manera.
El mundo está
compuesto por seres individuales y personales que son únicos y absolutamente
irreproducibles. Y
como ya dijimos, la manera de el no necesariamente es la mía, es la de el,
porque el es una
persona y yo soy
otra. Además, si me quisiera exactamente a mi manera, el no sería el, el sería
una
prolongación de mi.
Ella quiere de una
manera y yo quiero de otra, por suerte para ambos.
Y cuando yo
confirmo que ella no me quiere como yo la quiero a ella, ni tanto ni de la
misma manera, al
principio del
camino me decepciono, me defraudo y me convenzo de que la única manera de
querer es la mía.
Así deduzco que
ella sencillamente no me quiere. Lo creo porque no expresa su cariño como lo
expresaría yo.
Lo confirmo porque
no actúa su amor como lo actuaría yo.
Es como si me
transformara, ya no en el centro del universo sino en el dueño de la verdad:
Todo el mundo
tiene que expresar
todas las cosas como yo las expreso, y si el otro no lo hace así, entonces no
vale, no tiene
sentido o es
mentira, una conclusión que muchas veces es falsa y que conduce a graves
desencuentros entre
las personas.
En la otra punta
están aquellos que frente al desamor desconfían de lo que perciben porque
atenta contra su
vanidad.
A medida que
recorro el camino del encuentro, aprendo a aceptar que quizás no me quieras.
Y lo acepto tanto
desde permitirme el dolor de no ser querido como desde la humildad. 24
Hablo de humildad
porque esta es la tercera razón para no ver:
“¡Como no me vas a
querer a mi, que soy tan maravilloso, espectacular, extraordinario!. Donde vas
a
encontrar a otro,
otra, como yo, que te quiera como yo, que te atienda como yo y te haya dado los
mejores
años de su vida.
Cómo no vas a quererme a mi...”
Es fácil no
quererme a mi como no querer a cualquier otro.
El afecto es una de
las pocas cosas cotidianas que no depende sólo de lo que hagamos nosotros ni
exclusivamente de
nuestra decisión, sino de que, de hecho, suceda. Quizás pueda impedirlo, pero
no puedo
causarlo. Sucede o
no sucede, y si no sucede, no hay manera de hacer que suceda, ni en mi ni en
vos.
Si me sacrifico, me
mutilo y cancelo mi vida por vos, podré conseguir tu lástima, tu desprecio, tu
conmiseración,
quizás hasta tu gratitud, pero no conseguiré que me quieras, porque eso no
depende de lo que
yo pueda hacer.
Cuando mamá o papá
no nos daban lo que les pedíamos, les decíamos “sos mala/o, no te quiero mas” y
ahí
terminaba todo.
La decisión de
dejar de amar como castigo..... Jorge Bucay
No hay comentarios:
Publicar un comentario